Hace más de 5000 años algunas culturas de la humanidad, seguramente de forma independiente, aunque se haya sostenido lo contrario hasta hace pocos años, inventaron la primera máquina del tiempo. Por supuesto, esta máquina del tiempo no estaba destinada a las personas sino a la información que manejaban, fuera de tipo religioso, administrativo, literario,…. Me refiero a la escritura, un método de comunicación que superaba barreras espaciotemporales permitiendo que la información no dependiera de un individuo concreto sino de un soporte con un mensaje escrito o grabado sobre él.
En Egipto, la escritura comenzó siendo grabada sobre diversos materiales aunque, posteriormente, se empezó a utilizar también en otros soportes más adecuados en función de los usos, pues cuanto más compleja y avanzada es la estructura organizativa de un poder político o administrativo, más necesaria es una escrita ágil sobre soportes baratos que faciliten el intercambio de información.
Aunque se desconoce cuándo los egipcios comenzaron a utilizar al papiro como soporte escriturario, los fragmentos más antiguos que se conservan datan de la primera dinastía (tumba de Hemaka, en Saqqara, datada en el 3100 a.c.)
El papiro (Cyperus Papyrus) es una planta que crece principalmente en el bajo Egipto, en la zona del Delta, aunque se puede encontrar en la ribera del Nilo en muchas otras zonas. La importancia del papiro no solo está relacionada con la elaboración de un soporte escriturario sino también con otros usos como barcas y botes diversos que se realizaban con los tallos, cuerdas, cestería, etc. La historia de Egipto está especialmente relacionada con el papiro, incluso en su tradición religiosa, siendo la planta que creció a la orilla de la colina primordial al inicio de la creación (lo que también se refleja en la arquitectura de los templos que simulan esta colina primordial y que, por tanto, cuentan con representaciones de la planta del papiro en sus salas hipóstilas con columnas simulando los tallos verdes de esta planta. El papiro se comenzó a utilizar como soporte para la escritura con tinta porque tiene gran capacidad de absorción.
Con respecto a la tinta, hasta ahora se pensaba que en Egipto tenía un origen vegetal y que fue a partir del S. III d.c. cuando se comenzaron a mezclar con metales como el hierro o el cobre en el ámbito mediterráneo. Sin embargo, un estudio reciente publicado en Scientific Reports ha descubierto la utilización de cobre en la mezcla de negro de humo utilizada en muestras de diversas regiones en un periodo de 300 años, desde el siglo II a.c. hasta el siglo I d.c.
Gracias a un equipo de microscopía de rayos X dentro del proyecto interdisciplinar CoNext se han podido hallar partículas que indican la presencia de cobre en la composición de las tintas utilizadas en los papiros analizados, pertenecientes a la colección del papiro Carlsberg de la Universidad de Copenhague, en concreto, de dos grupos:
- El primero, consiste en los documentos privados de un soldado egipcio del campamento militar de Pathyris, cerca de Luxor.
- El segundo, es un grupo de fragmentos de la biblioteca del templo de Tebtunis.
Hasta ahora, se creía que la tinta negra utilizada en Egipto estaba compuesta por un 75% de hollín mezclado con un 25% de goma arábiga (una resina que sale de la acacia que es secada al sol y diluida en agua), es decir, una tinta de origen totalmente vegetal.
Se pensaba, además, que el cambio de composición de la tinta estaba relacionado con el cambio de soporte escriturario, en concreto, con el uso del pergamino, pues se sabe que la tinta vegetal sobre este soporte no se fija bien, siendo común la utilización de tintas ferrogálicas o de tintas con un compuesto de cobre a partir del siglo III d.c.
Sin embargo, este último estudio demuestra que el cambio de composición de la tinta se llevó a cabo con el mismo soporte de papiro, pudiendo deberse este cambio no al soporte sino a la introducción de nuevos utensilios de escritura, pues en algunas de las muestras estudiadas se ha comprobado que la escritura fue realizada con caña griega y no con caña egipcia, lo que no sería extraño teniendo en cuenta que las muestras estudiadas corresponden a la época ptolemaica).
En definitiva, un avance más en el estudio de la historia de la escritura que sin duda servirá para aplicar mejores métodos de conservación a los papiros que se atesoran en los museos del mundo.